Mi hijo no puede parar
"Los chicos nacen con la agenda bajo el brazo y no tienen un minuto libre para ser chicos. Y esto tiene que ver con autoexigencias de los padres, por la culpa en la creciente ausencia en las funciones paternas. Creen que la ausencia se puede reemplazar si uno deja al chico en muchas manos supuestamente expertas, como el profesor de inglés o el de tenis o el terapeuta."
Sergio Sinay. La sociedad de los hijos huérfanos
Un reflejo de nuestra época
Realidad estresante
Nuestros hijos nos muestran en cada una de sus actitudes la época que nos toca vivir. Por un lado evidencian en sus conductas hiperexitadas los fuertes estímulos visuales y auditivos que recibimos por los múltiples medios de comunicación con los que convivimos.
Hoy en día ellos experimentan una sobreexitación por el exceso de estímulos provenientes de los medios de comunicación como la TV, video, computadora, etc. que superan su capacidad de comprenderlos por medio de sus experiencias y de vivenciarlos a través de su cuerpo.
En las calles, tanto en las ciudades como en los pueblos, las posiblidades de desarrollarse están muy reducidas.
Los niños no pueden lograr el dominio del medio ambiente con su juego.
El tráfico ha aumentado y se ha complicado a tal grado que los niños ya no pueden afrontarlo.
Por nuestras preocupaciones generamos lugares artificiales para su esparcimiento.
Por otro lado, está la contaminación del agua, aire, tierra y substancias alimenticias que hacen más daño a los niños de lo que se ha sospechado durante muchos años.
Todos estos factores se juntan llevándolos a un tremendo estrés que se manifiesta en síntomas de
falta de adaptabilidad
dispersión
excitación
desconexión
trastornos físicos de toda índole
No hay duda que los niños de esta generación están sometidos a más presiones que nosotros mismos en nuestra propia infancia. Nuestros niños experimentan el estrés de:
La contaminación ambiental
El incremento de divorcios
La crisis económica
La inseguridad
El nuevo casamiento de sus padres
El exitismo
Los medios hermanos
La promiscuidad
Las drogas
La violencia
El bombardeo sensorial
La amenaza nuclear
La lista podría extenderse y ser muy larga.
Cada vez la inestabilidad social y familiar es más alta. Por eso cada vez más los niños se sienten inseguros entre la gente de su confianza.
...Podríamos decir que gran parte de los problemas de aprendizaje, falta de atención e hiperactividad son simples reacciones infantiles al mundo estresante que vivimos.
El acelere en que vivimos desvincula mucho, y muchos papás no cubren ni el mínimo necesario. Los niños manifiestan fuertes reacciones de angustia y tristeza.
Recordemos los signos de alerta. Los padres pueden sospechar que un niño tiene estrés excesivo si éste ha tenido que experimentar una situación potencialmente estresante y comienza a mostrar síntomas físicos como los siguientes:
Dolor de cabeza.
Molestia estomacal.
Problemas para dormir.
Pesadillas.
Mojar la cama, por primera vez o de manera recurrente.
Disminución del apetito.
Cambios en los hábitos alimentarios.
También es posible detectar estrés si ocurren algunos de los siguientes síntomas emocionales o de conducta:
Ansiedad.
Preocupaciones.
Incapacidad de relajarse.
Irritabilidad.
Miedos nuevos o recurrentes.
Aferrarse al adulto, incapaz de perderlo de vista.
Incapacidad para controlar sus emociones.
Comportamiento agresivo.
Comprotamiento terco.
Regresión a comportamientos típicos de etapas anteriores del desarrollo.
¿Cuántas veces por semana compartimos la mesa en familia sin el televisor encendido?
¿Qué tiempo diario le dedicamos a tareas recreativas?
¿Cuando llego a mi casa me conecto con mi familia o sigo pensando en mi trabajo?
No es difícil coincidir en que vivimos una realidad estresante, pero es impactante tomar conciencia que los niños también están estresados y que su aceleración no hace sino entrar en conrtocircuito con la nuestra, ya que todos somos protagonistas de una misma realidad. ¿Estamos preparados para asumir nuestros errores y buscar nuevos recursos para encontrar respuestas a sus necesidades?
Fuente: Tu hijo como espejo. Detrás de cada conducta hay un mensaje para tí.
Sandra Aisenberg y Eduardo Melamud
Editorial Kier