"El yoga enseña a tener conciencia"
Micheline Flak
Hace
cuarenta años Micheline Flak introducía el yoga en sus clases curriculares de
inglés en una escuela francesa.
Tuvo tan
buenos resultados que se incluyó esta disciplina en la formación de profesores
de la Universidad de la Sorbonne. Con el tiempo se formó RYE (Recherche sur le
Yoga Dans le Education), un grupo de formación y difusión de yoga en la
educación que existe desde hace años en Uruguay. A tal punto ha ido ganando
fuerza este grupo, que las profesoras uruguayas están formando gente en
Venezuela y Argentina junto con Flak quien este año ha venido por séptima vez
al país.
Mientras
que el gobierno francés aprueba oficialmente que se enseñe yoga en las escuelas
—en Italia y Brasil ya es oficial—, diversos colegios de muchos países europeos
se acoplan a esta tendencia.
Micheline
Flak explica las bondades de estas técnicas al ser aplicadas por los niños y
sus mamás y cuenta el origen de su atracción al yoga, a través de su tesis
doctoral en Literatura Americana.
¿Cómo se
vinculó al yoga y cómo llegó a introducir la técnica en sus clases?
Yo hice
mi tesis del doctorado sobre Henry David Thoreau, un escritor norteamericano,
que se hizo muy famoso luego de su muerte. Thoreau vivió en la mitad del siglo
XIX, en su casa había una gran biblioteca pues allí había vivido un hombre muy
famoso, Emerson. Y en esa biblioteca había libros de Oriente como el
Baghavad-Guitá (texto sagrado hinduista) que había sido traducido apenas unas
décadas antes. Thoreau descubrió allí el Oriente y eso lo ayudó a tener una
nueva percepción de la civilización occidental que de alguna forma se estaba
formando. Nueva York era un pequeño pueblo entonces pero se estaba volviendo
grande. A través de los libros se dio cuenta de una espiritualidad que estaba
emergiendo y a la cual la gente no estaba prestando atención. Estaban hipnotizados
por el dinero, la industria, las posesiones. En esa época existía la
esclavitud, en el sur existían esas grandes plantaciones con esclavos. Thoreau
escribió un libro, Walden, que lleva el nombre del lago donde él se retiró. Él
estaba en contra de la esclavitud y como protesta decidió que no pagaría a los
impuestos y entonces lo mandaron a prisión. Y mientras estuvo en prisión
escribió Civil Disobedience, un texto muy famoso que influyó a Gandhi y a
Martin Luther King. A través de Gandhi se creó un gran movimiento que fue el
que se usó para obtener la independencia de Gran Bretaña. Eso fue el tema de mi
tesis. Leí a David Thoreau y el libro en el que cuenta su experiencia viviendo
en el bosque y su famoso texto Civil Disobedience.
¿Así se
fue acercando el mundo espiritual?
Allí
hablaba sobre el yoga, sobre meditación. Y yo me pregunté: “¿qué es eso?”. Leí
los libros que él leyó y descubrí que era mi camino. Empecé a practicar yoga
moderno en París. Me daba cuenta que me sentía mejor, que me hacía bien y me
sentía una mejor maestra porque tenía más atención en la clase. Entonces se me
ocurrió que también los niños se podían beneficiar con esto, tal vez si les
enseñaba relajación. Pero no sabía cómo hacerlo en el ámbito de la clase.
Porque en yoga uno tiene espacio, las colchonetas, está el incienso prendido.
Pero eso en una clase está prohibido. Lo adapté a la situación y practicamos
yoga cada cual sentado en su silla.
¿Cuándo
empezó tenía el permiso de las autoridades de la escuela?
Yo lo
hice y vi que a los niños les gustó porque pedían más. Ellos le dijeron a sus
padres, a ellos les pareció bien. Y entonces fui a hablar con el director y le
conté lo que había hecho. Le pregunté si podía continuar. No pedí permiso para
empezar, sí para continuar. Luego empecé a tener dudas porque yo no sabía mucho
de yoga para niños. Entonces fui a India por primera vez y le pregunté a los
maestros si estaba bien introducir yoga en las escuelas. Me dijeron que sí.
Luego volví y fui a ver un gurú tibetano en Francia —hay muchísimos gurús
tibetanos en Francia, en grandes monasterios, porque fueron obligados a dejar
Tibet— y me dijo que estaba bien. Yo sentía que estaba haciendo lo correcto y
ellos, que representan la sabiduría, me dicen que está bien, entonces no tuve miedo
de nada y lo difundí. Incluso estuvo mi maestro, Swami Satyananda, en la
escuela para hablar con todos. Vino con la cabeza rapada, con sus atuendos.
En ese
momento tal vez no tuvieron problemas, pero hoy la situación sería bien
distinta con la polémica que hay en cuanto a lo que se puede usar en las
escuelas.
Exactamente.
En ese momento, en los setenta, el yoga era algo nuevo en Occidente. La gente
estaba sorprendida, pensaba que era algo adaptado a lo que se venía, que
ayudaría a la gente a creer en algo más allá del dinero, reviviría la
espiritualidad. Sentían que el yoga era inocente. Se escribieron muchos
artículos en la prensa, me acuerdo uno publicado en Le monde, de dos páginas,
que se titulaba “Inglés a través del yoga”. Todo el mundo quería aprender yoga
y todo el mundo quería aprender inglés así que los dos juntos era algo muy
moderno, muy de moda. El yoga se desarrolló en las clases porque muchos
profesores empezaron a practicar yoga y se dieron cuenta de lo que les
aportaba.
Hoy día
se practica en muchas escuelas de Francia.
No sólo
de Francia, sino también de Italia, Bélgica, en Europa en su totalidad. Está
reconocida oficialmente en Brasil y en Italia. Uno no puede pretender que toda
la escuela use yoga. Depende de los profesores, no se puede obligar. Algunos no
quieren saber de nada. Entonces no se puede imponer. En nuestra civilización se
respeta la libertad y cada profesor puede elegir el método que crea mejor.
Entonces el yoga debe mantenerse opcional.
Mucha
gente no puede entender como un país como la India, con una cultura tan
especial, con ciudades tan caóticas y un estilo de vida materialista en muchos
aspectos, cómo puede ser el lugar que atesora la tradición del yoga.
Es
verdad. El yoga no es practicado por todos los indios. Su origen es indio,
aunque también hay un yoga tibetano y uno egipcio, pero siempre ha sido
practicado por una elite. Es una especie de ideal. A veces cuando viajo en tren
veo jóvenes hombres de negocios que nos ven a nosotros, occidentales, y nos
preguntan a dónde vamos. Cuando les decimos que vamos a un Ashram, se muestran
sorprendidos. Ellos piensan que todos los occidentales son ricos y quieren
hacer más dinero. Eso es lo que ellos quieren. Los jóvenes indios son muy
buenos en computación, tienen sus masters, tienen muy buenos ingenieros. Y no
pueden entender que la gente vaya a India a aprender yoga. Pierden el interés
en nosotros y vuelven a sus asientos. Todos conocen la palabra, tienen alguna
tía o abuela que practica pero ellos no están interesados. Lo que es cierto es
que el ideal de yoga es muy fuerte en este país, siguen siendo las personas más
religiosas del mundo.
El tercer
ojo que se pintan muchas mujeres entre las cejas, ¿está vinculado a un ritual
religioso?
No tiene
nada que ver con espiritualidad. Es sólo para estar más lindas. Pero por
supuesto que tiene un origen espiritual. Nosotros tenemos dos ojos para mirar
para afuera pero tenemos un tercer ojo, para mirar las cosas por dentro. Es el
ojo de la intuición, la intuición de la verdad, no las apariencias sino lo
auténtico. En yoga se busca desarrollar el tercer ojo. Pero si bien el yoga se
transmite principalmente por indios no quiere decir que todos los indios lo
promuevan. Ellos prefieren hablar de Bangalore, la ciudad de las computadoras.
Hace
cuarenta años que ha introducido el yoga en las clases. En todo este tiempo los
niños han cambiado. Están más revoltosos o tal vez el sistema ha dejado de ser
adecuado a cómo son ellos. En Uruguay hay un sobrediagnóstico de niños con
problemas
El yoga
puede ayudar, especialmente si la madre practica yoga. Eso hace que esté menos
ansiosa y con eso ayuda a su hijo. Pero mucha gente entiende que la Ritalina es
más sencilla de aplicar y ¿qué podemos hacer nosotros? Los yogis no somos
reformadores. Damos algún consejo, practicamos, vamos cambiando nuestra
percepción, influimos a algunas personas, al sistema de alguna forma, pero
nuestra meta no es pelear por cambiar las cosas. Creemos en la influencia
lenta, no creemos en revoluciones. Dejemos que las cosas evolucionen y la gente
se dé cuenta de la verdad. La influencia real se da de forma sutil, no es a
través de decretos o leyes. Por supuesto nos gustaría que el yoga se
reconociera oficialmente para tener más oportunidades de mostrar sus efectos en
los niños.
En la
conferencia que dio en el Liceo Francés se refirió a los efectos del yoga en
los impulsos violentos de las personas.
El yoga
enseña a tener conciencia. Crea vínculos entre el movimiento, la respiración y
la atención. Uno desarrolla una cierta capacidad para prestar atención. Cuando
se desarrolla esto uno se vuelve conciente de sus propios pensamientos. Hoy día
vemos que los niños están tan enganchados con todas las pantallas y la
tecnología que pierden la capacidad de pensar por sí mismos, de observar. La
televisión muestra escenas horribles, de asesinatos por ejemplo. Entre el
impulso de hacer algo como matar, debe existir un tiempo para repensar lo que
se va a hacer. Las personas que son como animales atacan sin pensar. Ese tiempo
entre el impulso y la acción es en lo que enfatiza el yoga. Y eso es
fundamentalmente humano, es lo contrario a la barbarie.
Fotos:
Susette Kok / Entrevista: Malena Rodríguez Guglielmone
No hay comentarios:
Publicar un comentario